jueves, 13 de marzo de 2014

El caso del camionero desaparecido.

Sobre las seis de la tarde apareció un hombre alto, rubio y fornido. Nos entendimos en alemán. Quería pasar la noche. No le hice pagar por adelantado, ya que a la jefa y dueña del hotel le parece que puedo ser un poco brusca con el dinero. Para mí no es así. Me quito un problema de encima.
Bueno, la cuestión es que no le cobré al hombre. El sujeto desapareció de mi vista. Y como no tenía en perspectiva nuevas entrada, hay días tontos, en que no llega nadie, me fuí a la cocina a prepararme un tente en pié. La dueña es generosa y no pone pegas a que uno se beneficie de los alimentos del desayuno. Yo procuro ser parca. No ataco los cruasants que se que se pueden servir al día siguiente. Consumo porciones de quesitos y algún refresco.
De nuevo en la recepción, vi salir al hombre alto, rubio y fornido. Un sueco. Se dirigió al aparcamiento. Subió a un camión de grandes proporciones. Era uno de tantos camioneros, pensé y me desentendí del sujeto.
Dieron las ocho, ya la jefa se encontraba en la recepción. Es el momento que aprovecho disfrutar de la conversación de una mujer que ha vivido mucho. Parte de su niñez transcurrió durante la Segunda Guerra Mundial. La adoro. (Continuará)

sábado, 21 de mayo de 2011

A la calle, señora


Son las 3 y media. Suena el teléfono. Del otro lado se encuentra una presunta clienta. Quiere una habitación triple con baño y tranquila. Le informo que tengo lo que me pide. Especifico que el hotel se haya a 100 metros de la playa. Que contamos con aparcamiento propio. No vigilado pero a salvo de gamberradas ya que el cliente cuenta con un area acotada. El precio le parece bien. Inmediatamente anoto su nombre y formalizo la reserva. Si viene la mujer con sus dos hijas el hotel estará lleno antes de que me marche a las 10 u 11 según vayan las cosas. Hago el pedido del pan y los cruasanes, y me voy a la cocina a prepararme un café. Los gatos que viven en el jardín nos han robado cruasanes así que es importante evitar su ataque alevoso. Le dejo un mantel de plástico al panadero para que los envuelva. A los cruasanes no a los gatos.
Escucho el tintineo de la campana de la entrada que funciona mejor que un artilugio electrónio. Resultan ser dos albañiles rumanos a los que la empresa constructora les paga el alojamiento. No les importa compartir habitación. Pagan de inmediato, son muy corteses y me preguntan por el horario del desayuno. Se muestran agradecidos y hasta contentos tanto con el horario del hotel, como con lo que se ofrece: café con leche, chocolate, o café solo. Cruasans, pan, queso y embutidos varios. Zumo de naranja, de tetrabric claro pero de buena calidad. El desayuno se sirve en el comedor interior o en la terraza exterior. Los gatos y los pájaros suelen acompañar a los huéspedes.
Pongo un CD de Bach para animarme la tarde. Hago un rápido recorrido por la parte trasera del hotel. Noto un coche que atraviesa el aparcamiento.
Son unos franceses típicos de los que piden "grand lit" y si se tercia una negra cubana que los abanique toda la nit. Como la mayoría quieren ver la habitación. Así que cierro el reducido espacio de la oficina para que no me roben el dinero de la caja. Aunque nunca hay mucho. Cualquier pérdida es grande.
Al final los convenzo de que van a estar tranquilos y deciden quedarse por una noche, lo cual es un flaco negocio. Les entrego las llaves. Antes de subir a la habitación la mujer me pregunta por la orientación espacial que tiene el pasillo donde se encuentra el cuarto donde pernoctará. Supongo que será una de esas memas que cuelga cristales y bolas transparentes. Yo que no tengo ni idea de esos rollos patateros resuelvo la papeleta diciéndole que al suroeste. La francesa se queda muda, sonríe y desaparece escaleras arriba. Va vestida como para el carnaval. Apesta a perfume barato y poca agua.
Pasa la tarde lentamente. Aparecen los africanos que venden copias de bolsos de marca, relojes, gorras y su poquito de costo. Esos comienzan el negocio en cuanto mitiga el sol. Suelen reunirse junto a un coche abandonado que lleva en el descampado próximo al aparcamiento del hotel desde el invierno.
La tarde ha ido bastante bien. Cuando aparece Frau Goritz, que es la dueña del hotel, le informo de que quedan por llegar 3 reservas incluida la de la mujer con dos niñas. Peter, el perro de Frau Goritz, me saluda con su sonrisa bonachona. Es un perro gordo, chulo, mimado. Que puede mostrar una mala leche increible si uno tropieza con su frondosa cola. Me llevo bien con él pero no se digna a que lo saque a dar su paseo higiénico por una calle sin asfaltar, el carrer Canigó.
Sobre las siete y media aparece un coche. Es un Ford Focus con la odiosa pintura metalizada que lleva todo quisqui. Quien sea que lo conduce, se las ve y se las desea para entrar en el aparcamiento. Intuyo que se trata de la reserva triple. Y así resulta ser.
Comparece en la recepción una mujer rubia de bote decorada con distintos abalorios. Le entrego las llaves y le explico los horarios. Unos minutos más tarde, algo así como 20 minutos, aparece la mujer de los abalorios y las niñas.
"Esto no puede ser. Es una habitación donde todo es viejo y como siniestro. La bañera está rajada. Es un peligro para las niñas", dice airada.
"Señora, los muebles son efectivamente viejos, casi antiguos. Originales. Y la bañera no ofrece el menor peligro. Pero si usted no está a gusto aquí, se va ahora mismo a la calle o al Terraza que es de 4 estrellas y somos amigos. Eso sí ahora mismo me paga la noche en metálico".
La mujer, que no se lo esperaba, tira al instante del monedero un falso Hermés, paga y desaparece sin decir ni miau.
Poco después alquilé la habitación rechazada a una pareja joven a la que le daba lo mismo cómo estuviera la bañera.

jueves, 21 de junio de 2007

Comienza el verano: Costa Brava (CAT)

Hola quien sea. En este blog voy a relatar mi experiencia personal como recepcionista en un hotel de la Costa Brava. Permanezco detras del mostrador de la recepción de tres de la tarde a diez de la noche. Entre otras cosas debo recibir a los clientes, asignarles la habitación, entregarles la llave, informarles de los horarios del comedor. Otra de mis oblicaciones es dar y recoger las llaves. Atiendo el teléfono y recojo solicitudes de reservas. Para la mayoría de la gente se trata de un trabajo sencillo que deja tiempo libre para escribir un blog. Pero esto no es así. El trato con los veraneantes puede estar plagado de escollos. Y la situaciones desagradables proliferan por sorpresa. Es una situación privilegiada para estudiar la conducta de la gente. Para profundizar en eso que se puede llamar la condición humana. Desde de mi humilde posición observo y callo. Veo pasar a los que se empeñan en ser simpáticos, a los desdeñosos y distantes, que suelen ser los más miserables y los que se que se quejan por cualquier cosa. Los que suelen ser más exigentes. Tengo una clasificación personal que he desarrollado con arreglo al comportamiento.
Dalí y la Costa Brava. Aquí con sus relojes derretidos.
Los franceses siempre piden "grand cama de matrimonio", y hay que ver los morritos que ponen cuando les informo que sólo tenemos camas gemelas.